. Azahara Muñoz, autora de una tarjeta de 69 golpes, disfruta en una ronda con más aciertos que errores, mientras que Carlota Ciganda, con 76, no disfrutó mucho de la ronda

 . La suiza Morgane Metraux pasa a liderar en el ecuador del torneo tras firmar 66 golpes, seguida a tan solo un impacto de la china Ruoning Yin, la mejor de la jornada.

El contraste se ha instalado en el golf femenino español en la cita olímpica parisina. Azahara Muñoz y Carlota Ciganda protagonizaron una segunda con luces y sombras. Más acertada la navarra en la jornada inaugural, lastrada por más errores la malagueña en aquellos primeros 18 hoyos, las españolas invirtieron los papeles de manera drástica, que se saldó con los puestos 29 y 47, a once y quince golpes de la líder provisional, la suiza Morgane Matroux.

Un mundo con dos rondas por delante que no minan el inquebrantable aliento de las españolas. “Vamos a seguir luchando, hasta el final, pase lo que pase”, manifiestan ambas camino del vestuario.  

La actuación de las españolas se debatió por segundo día consecutivo entre la satisfacción y la amargura. En esta ocasión fue la malagueña Azahara Muñoz quien firmó el resultado más esperanzador, 69 golpes . El mejor síntoma, que el gesto triste de la primera ronda dio paso a una abierta sonrisa.

 Nueve golpes de diferencia entre uno y otro día -6 sobre par por 3 bajo par- constituyeron un salto físico y anímico muy importante para la golfista española. “Me tengo que quedar con lo bueno”, dijo tras la complicada jornada del miércoles, y eso bueno se tradujo en un comienzo demoledor plasmado mediante tres birdies consecutivos.

 Azahara Muñoz había vuelto. Allá donde en la jornada anterior había sombras amenazantes, la luz del sol brillaba con fuerza. Otro birdie en el hoyo 5 otorgaba a su convincente comienzo el calificativo de vendaval. 

En el 7 y en el 8,  dos bogeys iban camino de encender unas alarmas, que se apagaron gracias a un birdie en el 9. Luego, a partir de ahí, llegó la calma,  nueve hoyos finales de monotonía en la vuelta de la malagueña. Par, par, par, par… y así nueve ocasiones para mantener una buena vuelta con opciones de poder haber sido, exigentes todos, incluso un poco mejor.

 Tres horas después, en uno de los últimos partidos de la jornada, Carlota Ciganda entregaba tarjeta. No estaba contenta, un sentimiento incompatible con una vuelta de 76 golpes para quien tiene el instinto ganador recorriendo sus venas.

 En la segunda jornada todo salió mal desde el principio, donde cada hoyo constituía un muro. Hasta en siete ocasiones firmó un bogey, y un solitario birdie en el 13 apenas restauró una vuelta para el olvido. Incluso pudo ser peor, porque la navarra salvó algunos pares o firmó algunos bogeys realizando auténticas proezas. No fue, se mire por donde se mire, su día.

 Ajenas a todas estas dificultades, Morgane Matraux y Ruoning Yin demostraron que se le pueden hacer muchos desgarrones al campo, protagonistas de las mejores vueltas de la jornada. A fe que fueron buenas, 66 y 65 golpes para disfrutar de un estrellato momentáneo, hasta el punto de que la golfista suiza maravilló al mundo con una primera vuelta con caracteres de ciencia ficción.

 Un ocho bajo par en nueve hoyos de récord la condujeron con todo merecimiento a la cúspide del torneo, aprovechando además el clamoroso desfondamiento de la francesa Celine Boutier, primera líder, 65 y 76, once golpes más para poner de manifiesto que en el Golf National nadie está a salvo de la quema.

 Tras la heroica exhibición, Morgane Matraux se introdujo en parámetros más humanos, 2 sobre par en los nueve últimos hoyos que sin embargo no le impidió mantener el liderato.

 La china Ruoning Yin, con experiencia ganadora en el LPGA y un ‘major’ en su haber, lo intentó con una propuesta más potente aún, 65 golpes, el mejor registro de la alocada jornada. No lo consiguió, pero ya le ha transmitido el mensaje a la suiza -lo mismo que Lydia Ko, que aspira a su tercera medalla consecutiva, plata en 2016 y bronce en 2020-: aquí estamos todas para ganar una medalla de oro olímpica repleta por el momento de la máxima incertidumbre.